No se me ocurre otra manera de pagar la deuda que tengo con los libros (escritores, editores y libreros) que siendo fiel a mi vocación de lector. Porque si alguna palabra define mi necesidad por la lectura es ésta, vocación, en el sentido literal de la misma: llamado que no se puede desatender. Y ¿A quién le debo el primer llamado? A Samuel Langhorne Clemens.